lunes

ella 1

Si te fuese bien con tus escamas
cantarías bajo agua
y los colores encandilarían tu lengua
y tu lengua disfrutaría al instante.

Si te fuese bien con tus escamas
cantarías bajo agua
y sus ojos alabarían tu verdad
y tu verdad aplastaría la escena.

Si te fuese bien con tus escamas
cantarías bajo agua
y la miel flotaría en pompas celestes
y los panaderos rozarían sus sonrisas
y ellas, cándidas, mimarían tus pieles.

Si te fuese bien con tus escamas
cantarías bajo agua
(bailarías entre la brisa)
y sus tacos gritarían en tu pecho
y tu copla alcanzaría su universo
hasta el final del comienzo…

andanzas

Desparramó en uñas su bolsillo en busca de lo imposible, y no halló mas que un insípido aire acompañado de mucha crueldad: su todavía mujer estaba mientras tanto y por enésima vez apretada a su colchón con su fiebre ocupada en un pecado bien pescado.

Así las cosas, afiló sus dientes. Una fineza al pasar lo enredó con su magia y pasó a ser ella su quizá redención, y ricas caricias y besos chasquidos (y setenta mangos más de una vez, ja). Bailaban al son y ton del nuevo amor mientras su pretérito cariño se iba tornando burlón ante ese nuevo tango jugoso que lo toreaba de placer. Tenía ganas de ser (¡por fin!).

Después de unos cuantos lodos quedó pegado con mueca de delicia y parpados encantados a su fiel amada
hasta el final de sus putas vidas.

viernes

negro y puntual

Algunas veces se te pincha el forro y se te viene al marote el gato negro cruzando lenta y alevosamente cada una de las marcadas baldosas que pisaste en el instante siguiente. Y así ves marrón toda la empresa, marrón oscuro y feo, marrón caca, y pensás y pensás nada más que en la cagada que te mandaste un rato antes, ahí en el baño del laburo, toda esa mierda que tapó hasta el último caño del desague inundando de incesante amargura tu noche eterna. Ya no creés más en lo efímero de la cotidianeidad, y menos aún en su mentirosa relatividad que pretende consolarte. Corrés de un lado a otro sin saber por qué, y recién a las 11 de la noche cuando caíste mojado por el diluvio y tu chivo a casa, recién ahí te das cuenta de toda la pelusa que tragaste durante el día, y todo lo que queda por delante. Por suerte estás cansado y el placercito viene a buscarte de golpe en el sillón con el noticiero de la medianoche enfrente cerrándote los predispuestos ojos tan ciegos tan boludos. Es así tu circular condena (ya nunca más lograrás rumiar tu circunstancia). Solo te queda la adaptación como rescate ( "y síndrome de la cosidad curado", diría alguno). Te esforzás al mango para levantarte a las 5 de la matina del otro día para repetir por millonésima vez la escena. Muchas veces no podés, y llegás tarde al trabajo si es que llegás y te sacan los premios y chau última cuota del plasma y malvenido retraso de la deuda morbosa que te obliga (y vos te obligaste “necesariamente” a ello) a seguir obligándote. Afortunadamente existen otras cosas gracias a las cuales conservás todavía las esperanzas de vida y de algo más, entre ellas aquella noche intoxicante de desapegos delirantes y fantasías fantásticas cuyo único peligro reside en su garrafal capacidad de convencerte de que la posta es otra (es ahí cuando o tu debilidad o tu fortaleza toma las riendas del caballo Destino). A todo esto, cada vez te aburren más los histriones de la tele pero la dejás prendida igual. Tras esa noche, inevitablemente llegás a la instancia del todo o nada, asumiendo –como dije antes- “tu voluntad” el protagonismo fatal. Finalmente agarrás el arma y salís en busca del presidente del mundo, de ese gran ente regulador todopoderoso y eterno (¿dios?), y le metés un balazo en el culo dejándole una imperecedera y profunda sangría rellena de desvalorización, de idioteces y cómics, arrestando a su cómplice Súper-rigidez y liquidando a su tan secuaz Temor.