jueves

inacabables caprichos de una fría furiosa y empedernida nube de lluvia

Despertó con él aún en su piel. Deseaba dormirse otra vez, luchando inútilmente contra su noción de deber. Ahora debía conformarse con un seco y frágil recuerdo durante el desayuno, para luego sí, ir deshaciendo su fantasía al empezar a guardar la taza, las galletitas y el repasador. Las sacudidas del último bondi le arrojaron la imagen de cuando su pasión lo abrasaba. Acostumbrada a eso, se lo tomó con naturalidad. Estaba llegando tarde al trabajo (eso sí la preocupaba). En los pasillos del edificio la casualidad (una vez más) los encontró. Ético y delgado saludo. “Pero te amo”-resbaló en sus pensamientos.
Regresó exhausta y de muy mal humor a su departamento. Tras largos amoríos nocturnos abrió sus tercos ojos que no se empecinaron en hacerle saber que ya era la hora de la rutina. A esta altura su anhelo no dejaba de invadirle la consciencia y todo hacer se le iba convirtiendo de a poco en estorbo del deseo (¡tortura!). Llegó a la oficina. Esta vez no lo cruzó hasta la hora del almuerzo. Charlaron amistosamente, aunque se mostraron como simples conocidos desprendidos de cualquier tipo de interés (trágico vicio el suyo). Esa noche no pudo con sí misma. Su cerebro freía en rancias sinapsis como nunca antes lo había hecho. “Algo se acumula en mí”, rumió. No tuvo remedio (se acabó).

viernes

una fea carajada

tras su indiferente y aparentemente eterno revoloteo salió de sus pesadillas menos memorables una llamita de la cual aún queda mucho y más (aunque ella nunca sospechó ser tan precisa en este azaroso y doloroso haber… ella nunca supo de su importancia… nunca halló el alcance). y Él se dio cuenta: no era por fatalidad, era por sensatez. después de contemplar todas las manzanas de su naranjo, se percató.
pero fue cuando abrió el libro, que al fin estornudó. expectoró infinidad de cucarachas tristes feas y negras que nunca retornaron por su temor. estaba Él en la cama y de vacaciones; hizo una mueca fruto de su asombro y alegría. auguró encontrar su lunar. esa cachetada cosquilleó llamativamente. no pudo con su conmoción, tiró el libro y se levantó. ahora reía a carajadas ante lo absurdo y gracioso de su drama. salió. "ya soy yo"-se engañó Él…